El diccionario de la RAE /Real Academia española define “Chafalonía” como un conjunto de objetos inservibles de plata u oro, para fundir. O sea que, aunque posean el brillo dorado, raspando un poco se ve la turbiedad de lo de abajo. Tambien se define como “baratija o joyas de poco valor” y en lunfardo nacional deriva de Chafa – Chafón – Chafita, que se utiliza para designar algo de baja calidad, que aparenta ser algo mejor
Hoy están los Chafaloneros de buen nivel, de los que saben esconder debajo de ese brillo rutilante, la opacidad que traen desde su pringoso origen.
Pero lo cierto es que esa simulación del oro, que luce, aunque abajo tenga aluminio, sigue siendo brillante y como tal, actúa de foro para los millones que hace rato no ven un destello con la suficiente diafanidad como para atraerlos.
Y no hay culpas del que frota todos los días la chafalonía para que mantenga cierto fulgor ni de quienes lo siguen creyendo en ese áureo atractivo. Es lo que es y así son las cosas. ¡Triste ventura de quien se detiene a llorar como víctima lo que no fue capaz de sostener antes de la llegada de anunciadas debacles!
La autocompasión no es cuantía para quienes levantan banderas de buena lucha.
El martirologio hay que dejarlo para el recuerdo y el ejemplo de nuestros ancestros cristianos que, aun con todo el cuerpo enterrado en la arena del circo romano, insultaban a los leones.
Luego de este introito, cargado de cierto abuso poético y hermetismo interpretativo quiero decir que si seguimos creyendo que lo que vemos nosotros (el metal sucio debajo del enchapado en oro) es lo mismo que ven todos, nos equivocamos, y comenzamos a cargar con el pecado de la soberbia, pecado capital si los hay y que como bien dice la Biblia en sus dos acepciones antiguas y modernas: La soberbia, vanidad o arrogancia es la madre de todos los vicios. Para algunos es el primer pecado cometido por Satanás cuando en su orgullo se niega a reconocer a Dios como su Señor. Otros más antiguos dicen que la soberbia fue la trampa que sedujo a toda la humanidad en Adan y Eva.
Y es vital salir de esa posibilidad de creer que nuestras palabras hoy, son las rectoras en la mayoría del pueblo argentino. De confiar en que los famosos del peronismo (su dirigencia más conocida) está en condiciones de conducir la mejor chance en el conflicto contra los que quieren destruir el Estado, y de paso, cargarse al peronismo, al sindicalismo, a los jubilados, a los empresarios nacionales de bajo y mediano porte y a algunos grandes tambien.
Pues no. No es así. Y debe existir la sensatez de comenzar a decirlo, a contarlo a compañeros, aliados y amigos y de elaborar tácticas y estrategias de resistencia, supervivencia y finalmente de ofensiva política que puedan tener resultados positivos.
Los chafaloneros, están con todo. Sienten, sea realidad o no, que viven el momento en que bajaron las fuerzas del cielo e inclinaron la balanza de la relación de fuerza política, a su favor.
Y eso los torna peligrosos. Creen que son oro (aunque sean aleación) y se sienten investidos del poder, que nace de la lapicera que firma decretos, de los acuerdos parlamentarios favorables y del apoyo de Moisés, Dios mismo y de las más insignes caras abogadiles en nombre de las no menos ilustres compañías nacionales e internacionales vinculadas al petróleo, energía en general, extractivismo mineral y explotación de empresas estatales privatizadas.
Mucho poder, para enfrentarlo con generales que, virtudes personales aparte, han fracasado en sucesivos combates, coroneles cansados y sin mando efectivo y tropa que, en sustantiva cantidad más social que identitaria, ha desertado pasándose con su carga de esperanzas, expectativas y creencia, al campo enemigo.
Difícil. Pero, como diría Mark Twain “Creer que eres valiente es ser valiente”, por lo que convoquémonos, aunque sea a creer en esa valentía que tanto aparece en consignas y cánticos y coloquémosla en acción política.
Y como solo la valentía no alcanza (de ser así Tarzán sería un líder popular y no el rey de la Selva) busquemos tambien esa inteligencia que nos haga mejorar, crecer, conducir y ganar, cuatro condiciones que hoy debemos encarar. En ese orden.
Y para esto tengamos en cuenta, ya que hoy acudimos a famosos y sus frases, el acertado dicho de Leonardo da Vinci “Así como el hierro se oxida por falta de uso, así también la inactividad destruye el intelecto” y hace rato que en el peronismo la inactividad goza de buena salud.