𝗟𝗮 𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗻𝗼 𝗰𝗼𝗻𝗱𝗶𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝗶𝗱𝗲𝗮𝘀: 𝘂𝗻𝗮 𝗿𝗲𝗳𝗹𝗲𝘅𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗲𝘅𝗽𝗲𝗿𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮

¿Es la edad un límite para las ideas? ¡No, y lo afirmo con rotunda convicción! El escenario político actual desborda de juventudes: libertarios, opositores, peronistas, y tantos otros que, con sus pocos años, no siempre logran demostrar el mérito que su generación debería portar. No es la juventud sinónimo de virtud, como tampoco la experiencia es sinónimo de obsolescencia.

Quienes superamos los 65 años no estamos reclinados en el rincón de los recuerdos, ni mucho menos agotados. Nuestra generación lleva en la piel una historia intensa, no siempre luminosa. Conocimos dolores profundos, físicos y espirituales. Fuimos humillados en cuerpo y alma. Las frías celdas de Devoto, Sierra Chica y otros penales aún resuenan en la memoria de quienes entregaron todo por la militancia peronista. La picana, el submarino, los simulacros de fusilamiento no son heridas que se borran fácilmente. Pero esa memoria, aunque viva, no debe ser ancla. Guardémosla en el alma, como un faro íntimo, sin permitir que el pasado nos robe el futuro.

Hoy, como ayer, clamamos en el desierto. Una, cien, mil veces, sin cansarnos. Damos valor a esos clamores, aunque la Tierra Prometida parezca distante. Como Moisés, no tememos cruzar el desierto una y otra vez. No nos pesa si, en lo personal, no llegamos a pisar esa tierra soñada. Sabemos que otros lo harán, y nosotros habremos acompañado cada paso del camino.

A los enemigos, a los adversarios, pero también a los aliados, les decimos con claridad: han intentado vencernos mil veces, pero no pueden con nosotros. Estamos, existimos y estaremos. Como advirtió un general romano: “Monemus vos immortales esse” (les avisamos, somos inmortales).