Publicado en diario La Palabra
En San Antonio Oeste (SAO), la incertidumbre laboral y económica amenaza la estabilidad que toda comunidad necesita. Hoy, la región cuenta con cuatro pilares de desarrollo: el puerto, el turismo, la pesca y Alpat (Álcalis de la Patagonia). Sin embargo, debido a políticas provinciales desacertadas, los tres primeros sectores se encuentran en declive, con excepción parcial del turismo, que apenas logra sostener cierta rentabilidad local.
Queda, entonces, Alpat: la única empresa productora de carbonato de sodio en toda la región cercana de América, que hoy enfrenta una competencia desigual por las importaciones subsidiadas y una política aperturista irresponsable del gobierno nacional.
Con una capacidad instalada que permitiría llegar hasta las 200.000 toneladas anuales en su planta de Punta Delgado, Alpat no solo genera empleo directo para cerca de 500 personas, sino que también abastece a industrias esenciales. Su carbonato de sodio es materia prima clave para la fabricación de jabón en polvo, vidrio (botellas, vasos) e incluso ciertos tipos de papel.
Sin embargo, sus clientes han comenzado a recurrir a insumos importados —principalmente de Turquía y China—, cuyos precios, presuntamente subsidiados, hacen imposible la competencia para la empresa nacional.
Para el discurso liberal, esto podría ser simplemente «la lógica del mercado». Pero detrás de los números hay familias enteras que ven amenazado su sustento.
La continuidad de Alpat no es solo una cuestión de rentabilidad empresarial, sino de preservar el empleo y la actividad económica en la región.
Puede existir una oportunidad en la industria del litio, es un camino posible, pero también debe ser parte de una mirada provincia con sentido estratégico.
El carbonato de sodio también es fundamental para la producción de litio, un mineral en el que Argentina tiene un rol estratégico a nivel global, al contar con las segundas reservas más grandes del mundo (20 millones de toneladas). Dado que casi la mitad de los costos de producción del litio corresponden a reactivos como la soda Solvay, la supervivencia de Alpat resulta clave para el desarrollo de esta industria.
La empresa busca diversificar su mercado, orientándose hacia el sector lítico para compensar las pérdidas generadas por las importaciones. Sin embargo, la falta de políticas proteccionistas y la desregulación de las importaciones ponen en jaque esta posibilidad.
Ante la crisis, el Sindicato del Personal de Industrias Químicas y Petroquímicas (SPIQyP) ha adoptado, justas y razonables, medidas de fuerza, reflejando la desesperación de los trabajadores. Mientras los dueños de Alpat —entre ellos Cristóbal López— intentan reorientar el negocio hacia el litio, la incertidumbre persiste.
El problema trasciende a una sola empresa: es una cuestión de soberanía industrial. Si Argentina aspira a ser un actor relevante en la cadena del litio, no puede permitirse perder su capacidad de producir un insumo tan crítico como el carbonato de sodio.
Una posibilidad de mejorar la situación es brindar a Alpat mejores tarifas en su consumo de energía eléctrica y gas.
Proteger a Alpat debe ser una prioridad para los gobiernos nacional y provincial. Su continuidad no solo preservaría empleos, sino que, en el mediano plazo, podría atraer nuevas inversiones para escalar la producción y satisfacer la demanda del sector lítico, generando más puestos de trabajo y dinamizando la economía de la zona atlántica rionegrina.
Más allá de debates ideológicos, hay algo indiscutible: una política importadora sin criterio estratégico destruye industrias locales y condena a regiones enteras a la incertidumbre. La soda Solvay no es solo un producto; es el sustento de cientos de familias y un eslabón vital en la cadena de valor del litio.
La pregunta es clara: ¿vamos a defender nuestra industria o permitiremos que el cortoplacismo del mercado decida por nosotros?
Osvaldo Mario Nemirovsci Daniel Palomequez
Diputado Nacional mc –PJ Río Negro Dirigente del PJ de San Antonio Oeste